Ivan L. Munuera

Notas sobre el BUM

Arquitectura Viva

Num. 145. Madrid, 2012

Hace poco, la artista Lara Almárcegui señalaba ‘no se cultiva un huerto para generar la Gran Lechuga sino por el placer de la actividad en sí misma’. Promover y hacerse cargo de un huerto es una actividad que puede desafiar las nociones de hipertrofia productiva, espectacularización y liberalismo económico implícitos en el concepto ‘Gran Lechuga’, para desplazar los debates hacia prácticas cuya finalidad sea construir y expandir los vínculos afectivos y políticos. Es decir, frente a la concepción de foto final de una ‘Gran Lechuga’, la valoración de la película que relata las trayectorias y los procesos asociativos que pueden dar lugar a los diferentes cultivos. Es curioso comprobar cómo la comprensión de la arquitectura producida en España durante los últimos quince años ha venido marcada por esa imagen de la ‘Gran Lechuga’. Un retrato auspiciado en gran medida por las informaciones que han dado de ella los medios de comunicación más generales, que cuentan con una inserción social que trasciende los debates disciplinares internos. Una imagen, en fin, que se ha canalizado principalmente a través de varias vertientes que se han tratado de conectar entre sí, dando una visión simplista de algo mucho más complejo

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