A finales de 1976 la Galería Buades de Madrid programó una exposición sobre la obra gráfica de Andy Warhol. Como venía siendo habitual, se cuidó especialmente la edición del catálogo al incluir una selección de textos a cargo de Juan Manuel Bonet, su primer director artístico (1973-1974). Entre las citas de Lyotard y del propio Warhol, apareció la siguiente noticia: “Gran exposición en la Stable Gallery: cajas de Brillo. Cola para entrar”. Esa nota final, esa “cola para entrar”, es representativa no sólo de la filosofía de Warhol sino también de algunas de las intenciones de la galería madrileña o, al menos, de buena parte de su historia. Porque esa “cola para entrar” contiene el deseo de ser visitados y el anhelo de proyectarse hacia fuera. De desparramarse por las calles desde el interior y de esperar para acceder a él. El mismo sentido tienen las palabras “¡Eh joven!, ¡ven a ver mi exhibición!”, incluidas en el póster diseñado por Herminio Molero para su muestra en Buades, en noviembre de 1975. Molero pretendía llenar con copias de este cartel los alrededores de la galería, situada en el conservador barrio de Salamanca. Pero la muerte de Franco, acaecida ese mismo mes y año, resultó de lo más inoportuna. No llegaron a pegarse. Teniendo en cuenta que Buades se encontraba en el mismo edificio que la delegación del Frente de la Juventud, dependiente de Fuerza Joven, increpar a los viandantes para convocarlos en esa dirección hubiera resultado, cuando menos, desconcertante. Pero tampoco habría sido tan extraño. Al fin y al cabo Mercedes Buades, creadora y directora de la galería hasta su cierre, se había propuesto fundar un espacio donde todo pudiera suceder, más allá del local que ocupasen, primero en Claudio Coello, 43 (1973-1987), después en Gran Vía, 16 (1988-2003).